El sábado celebramos nuestro quinto aniversario de boda y lo hicimos con Jose y Sergi, los amigos con los que nos casamos, y nuestra hija Laia.
En el año 2006, el Vaticano anunció que Ratzinger vendría a Valencia a celebrar el V Encuentro mundial de las familias y en ese mismo instante supimos que nuestras familias no estarían incluidas en esas jornadas.
Desde el Col·lectiu Lambda que yo coordinaba en ese momento, nos planteamos "hacer algo" y a Jose se le ocurrió hacer una boda masiva, pero una boda de verdad, en la que varias parejas de hombres y mujeres nos casaramos como acto de repulsa a la exclusión de nuestras familias en esas vergonzosas jornadas pagadas también con nuestro dinero. Era nuestra manera de defender y visibilizar la diversidad familiar.
Con el paso de los días, nos dimos cuenta que no quedaban tantos locos y que nos íbamos a tener que casar nosotros cuatro. Núria y yo, Jose y Sergi, quisimos mostrar nuestra indignación y rechazo con un acto de amor, de felicidad, acompañados de nuestras amigas, amigos, familias, aliados y aliadas para decir que existen otros modelos de familia.
Y nos casamos. Jose con Sergi, Núria conmigo. Trataron de impedirlo hasta el último momento, nada podía empañar la tan esperada visita de Ratzinger. Una de las excusas, que no habían dotaciones policiales disponibles. Pero no queríamos policía, nos queríamos casar, hacer uso de un derecho que tanto nos había costado conseguir.
Y lo conseguimos, no podía ser de otra manera. Pero no cómo y dónde queríamos. Al final fue en un casal de falla, alquilado tres días antes porque perseguían nuestras gestiones para denegar uno por uno cada sitio solicitado, incluso habiendo realizado las gestiones pertinentes. El sitio elegido era un instituto público y a la Consellería de Educación no le pareció bien a pesar de estar aprobado por mayoría en Consejo Escolar como marca el procedimiento. Las gestiones del Director del Instituto no consiguieron contrarestar esa marea de intransigencia que pretendía vulnerar nuestros derechos.
La organización de la boda fue dura, estresante, a veces humillante por el trato recibido por la administración pública pero lo positivo lo supera con creces.
Nuestras familias estaban a nuestro lado compartiendo nuestra felicidad, especialmente mi madre, que estaba muy enferma, pudo vivir mi boda. Los amigos y amigas. Los compañeros y compañeras de lucha, de partidos políticos, sindicatos, organizaciones sociales. Los medios de comunicación, locales, nacionales e incluso internacionales que dieron eco al mundo entero del acto. El casal rebosaba alegría, felicidad y emotividad ante la intolerancia, el fanatismo y la exclusión que se vivía a esa misma hora en el cauce del río. La humildad frente al derroche.
Ya han pasado cinco años y lo hemos celebrado juntos otra vez, con nuestra hija que también es un poco de ellos, de todos aquellos que han luchado y siguen luchando para que tengamos los mismos derechos, para que no se nos niegue NADA por compartir nuestra vida con una persona del mismo sexo, que barbaridad.